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Take a walk on the wild side… "La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto"

Take a walk on the wild side…

"La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto" de Christopher Marlowe se estrenó en Londres en septiembre de 1594 y desde entonces hasta nuestros días sigue presente en las carteleras de los teatros ejerciendo una irresistible fascinación sobre las sucesivas generaciones de público.

Tal vez la clave de su éxito radique en su tratamiento de temas tan intrínsecos al alma humana como son la dualidad y la angustia ante las alternativas, pues el texto de Marlowe transita de principio a fin por encrucijadas de opuestos: la magia frente a la ciencia, la rebelión frente a la sumisión, lo terrenal frente a lo espiritual, el arrepentimiento frente a la concupiscencia, la luz frente a las tinieblas, Dios frente a Lucifer…

A partir de ahí las lecturas son múltiples: el Fausto de Marlowe ha sido interpretado como tragedia del hombre renacentista en pos del conocimiento; como drama cristiano ejemplarizante; como farsa irreverente, anticlerical y humorística…

A nosotros, en cualquier caso, nos parece un excelente punto de partida pensar en Fausto como en un hombre que, hastiado del sendero políticamente correcto, opta por zambullirse en el lado más oscuro de la vida…

Aunque quizás el lado oscuro no sea tan oscuro, ni la otra orilla tan radiante y luminosa... Quizás los opuestos tampoco disten tanto, y, al cabo, todo sea un caos confuso de esencias impuras… O quizás - y finalmente -, sea necesaria una dosis de sensatez para exprimir a fondo y con acierto los jugosos frutos de lo prohibido.

Nobody is perfect.

El Doctor Fausto, eminente sabio alemán, filósofo, médico, teólogo y astrólogo, insatisfecho tras haber dedicado su vida al estudio de tales disciplinas, se interesa por las ciencias ocultas, la magia y la nigromancia. Fausto sabe que “un buen mago es un dios todopoderoso” y aspira a alcanzar fama, conocimiento, poder y placer sin límites.

Aconsejado por sus amigos, los magos Cornelio y Valdés, Fausto hace un conjuro para invocar al diablo y así se le aparece Mefistófeles, un súbdito de Satán, cuyo nombre significa “el que no ama la luz”.

Mefistófeles, interesado en el alma de Fausto, pacta con él las condiciones de un contrato. En este acuerdo, Mefistófeles se compromete a servirle y obedecerle en todo durante veinticuatro años de placeres. A cambio, Fausto promete que, al término de ese período, el infierno podrá disponer de su cuerpo y de su alma por toda la eternidad…

AUTOR: Christopher Marlowe
ADAPTACIÓN y DIRECCION: Laura Iglesia
SOBRE EL ESCENARIO: Carlos Dávila, Alberto Rodríguez
Arantxa Fernández Ramos, Rita Cofiño , Lautaro Borghi
David Acera, David Soto

VESTUARIO: Azucena Rico
ESCENOGRAFIA Y ATREZZO: Josune Cañas
REGIDURÍA: Josune Cañas
DISEÑO DE ILUMINACION: Rafael Mojas / Félix Garma
AYUDANTE DE DIRECCION: Carlos Dávila
SERVICIOS TECNICOS EN GIRA: Alberto Ortiz
VIDEO PROMOCIONAL: Sr. Paragüas
FOTOGRAFIA: Roberto Tolín
PRODUCCION Y DISTRIBUCION: Higiénico Papel Teatro

LA NUEVA ESPAÑA
17 enero 2010

Fausto, un mito universal
«Higiénico Papel» ofreció un bello espectáculo a tono con el renovado coliseo

MARIANO LÓPEZ SANTIAGO
«La trágica historia del doctor Fausto», que inauguró la presente temporada en el teatro Jovellanos después de su lograda renovación, está escrita por el inglés Christopher Marlowe. Un personaje novelesco que muere a los veintinueve años en oscura reyerta y circunstancias extrañas. Existe una teoría infundada que atribuye muchas de las obras de Shakespeare a este Marlowe.

El montaje corrió a cargo de la compañía «Higiénico Papel», que tiene gran prestigio en nuestros escenarios. Sólo hace falta recordar la excelente representación del drama shakespeariano «Ricardo III» y la magistral interpretación del actor Alberto Rodríguez que realizaron hace dos años. En esta ocasión los siete actores que constituyen el elenco de la compañía ofrecen una actuación admirable pese al gran esfuerzo exigido por su multiplicidad de papeles y logran un espectáculo teatral de gran nivel.

Reconozco que la puesta en escena de la obra me ofrecía cierta desconfianza. Texto complejo, mezcla de realismo y abstracto simbolismo, multiplicidad de episodios y personajes: un prólogo, trece escenas y un epílogo. La adaptación de Laura Iglesias respeta con escrupulosidad el texto, las simplificaciones son mínimas y su dirección acomodada a la época actual, con el suficiente aderezo musical y de escenas grotescas que permiten que la continuidad dramática del texto de Marlowe resulte para el espectador un espectáculo atractivo.

 

El mito del doctor Fausto es un arquetipo dentro del panorama literario universal. Es el reflejo de las inquietudes del hombre moderno. El pacto con el diablo a través de Mefistófeles constata la aspiración humana por alcanzar su inmortalidad y rebelarse contra su destino final: la muerte.

En la obra, concluido el plazo de veinticuatro años estipulado en el pacto, el alma de Fausto pertenece a Lucifer y no alcanza el ansiado perdón divino. Final pesimista que difiere del poema «Fausto» de Goethe, donde a su conclusión Dios se compadece de aquel hombre que ha buscado el saber y la belleza, y consigue así la misericordia del cielo. No olvidemos que Goethe escribe en pleno romanticismo alemán. Este tema del doctor Fausto se reitera en el novelista alemán Thomas Mann.

Volviendo a la obra. Excelente interpretación de Carlos Dávila en su papel de Fausto, en especial en su agónico y prolongado final, suplicando que su castigo se reduzca a mil o cien mil años, cualquier casa mejor que la eternidad, para que su alma pueda ser salvada. Resulta también acertada la actuación del actor Alberto Rodríguez en su papel de Mefistófeles, personaje esencial, ya que simboliza las limitaciones que siempre acompañan al hombre, el espíritu que siempre niega, es el sarcasmo que envuelve las aspiraciones más elevadas. La vida de Fausto pertenece a Mefistófeles y forma parte de su propio ser: es el angustioso dualismo del hombre.

Por último, merecen también favorable comentario, aparte de la ya citada adaptación y dirección de Laura Iglesia, la escenografía e iluminación. En suma, un bello espectáculo teatral a tono con la acertada renovación del teatro Jovellanos.

 

 

LES NOTICIES
22 enero 2010

Doctor Fausto y el Teatro Asturiano

BONI ORTIZ El Teatro Jovellanos escogió para su apertura, tras ocho meses de cierre por obras, el Doctor Fausto de Higiénico Papel. Y puede decirse, que no había una elección más apropiada: una compañía gijonesa de probada calidad y profesionalidad, con una función de estreno absoluto, ganadora del último Premio a la Producción que el coliseo municipal otorga desde hace cuatro años; y, aunque lo suponíamos -ahora ya lo sabemos-, una función con muchos riesgos desde cualquier punto de vista.

Doctor Fausto tiene un halo de gran producción. Sin ánimo de ofender a nadie: esta función no parece hecha en Asturias... En los últimos cincuenta años, el teatro de aquí ha tenido unas cuantas funciones que, en su tiempo, modificaron la sustancia de nuestro teatro: Esperando a Godot de La Máscara (1958); La camisa de Gesto (1961), Don Juan Tenorio de La Caterva (1973), Y los Cíclopes salieron de la Tierra para asaltar el Cielo de Teatro Margen (1977); Pedro y el Capitán del TEG (1981); Yerma de Teatro del Norte (1995)...; y alguna más de una lista que no llegaría a la docena. Pues bien, este Doctor Fausto marca un tiempo nuevo; da al Teatro Asturiano un fuerte empujón hacia arriba, introduciendo de hecho, la idea del Espectáculo Total: un clásico perfectamente adaptado con un respeto ejemplar por el texto, los personajes y las situaciones, que son traídas a nuestro tiempo y a nuestro imaginario con claridad, sin trampas, favoreciendo el desarrollo y la comprensión de la historia; una interpretación magnífica de las dos actrices y los cinco actores, perfectos en su complicada tarea de corporizar al sinfín de personajes, e implicados hasta "les coraes" en su significado; una visión sin tacha de los ritmos narrativos; un vestuario, una escenografía, una iluminación, un espacio sonoro y ambiental inmejorables; una habilidad sin precedentes para la utilización de los elementos técnicos puestos al servicio del espectáculo y de su disfrute por el público.

Para que todo eso funcionase en las diversas localizaciones, Laura Iglesia realiza una compleja distribución del fondo del escenario. El primer corte a tres metros de la boca, lo hacen con un telón de guillotina de gasa transparente que, iluminada por delante, oculta lo que sucede tras él, permitiendo a los maquinistas realizar su trabajo. En este escenario habrán de sucederse las escenas de transición y de marcado carácter cómico, tanto con los personajes secundarios: Wagner con los estudiantes; Robín y su compinche Ralph invocando Mefistóteles con el libro robado a Wagner; el Chalán del caballo; los laces de la Posada.., como los añadidos de igual carácter del "reality show": Tragedias de Ayer y de Hoy en el que estamos todos participando y con el que Higiénico personifica al Coro, contextualiza historia y personajes, además de permitirles acercarnos el mito de Fausto, no sólo en el tiempo, sobre todo al lenguaje actual del "espectáculo de masas" televisivo, escénico, radiofónico,...

El segundo corte avanza un par de metros más en el escenario y está hecho con un ciclorama que lo ocupa por completo y recortado por arriba con un bambalinón, dándole un aspecto panorámico de "gran plasma" (otra vez las claves culturales del momento), aportando los colores de fondo adecuados a cada situación; para el Vaticano, del blanco al violeta; el azul "Obama", para la escena imperial con Carlos V de Alemania y I de España junto a la reina consorte; el verde, para la jornada de golf con los duques de Valholt y un rosa encendido para "el trío con pregnant". En todas estas escenas, los escasos objetos que intervienen, entran y salen de mano de los actores y actrices: trono papal y mesa de banquete; sillas y carrito con los palos de golf; camilla de masajes, y poco más.

El siguiente corte ganando otro par de metros al escenario, localiza el gabinete de Fausto sencillamente compuesto por un sofá, una mesa a cada uno de sus lados con libros, lámpara, botella de güisqui y vasos, mas otra de centro por delante con más libros. Tras él, un telón americano sin cerrar, nos permite ver una franja estrecha de otro ciclorama muy vertical que se pierde en lo alto. Ahí es donde Fausto se plantea sus dilemas hasta decidirse por la Necromancia; donde recibe a sus amigos y cómplices Valdés y Cornelio, o donde lanza su monólogo final. Y por último, a escenario completo sin atavíos: entero y verdadero, con cerca de 500 metros cuadrados, se crea un descampado pavoroso; un paisaje sombrío e inquietante, cierta suerte de vertedero bañado por una niebla baja que difumina los deshechos allí depositados: una lavadora, un sofá, algún bidón y alguna chapa, ropas viejas, palos y estacas, cierta vegetación reseca, un seiscientos desvencijado, un par de viejas butacas del Jovellanos... Es decir: un lugar perfecto para invocar a Lucifer; un lugar tenebroso y magnífico para el contacto diabólico; para que Mefistóteles se corporice, primero "asaz feo" (en pelota picada) y después retornado en forma adecuada y con corbata, en obediencia a Fausto.

Este Doctor Fausto de Higiénico Papel Teatro, es una función para la polémica. Nadie salió indiferente del reestrenado Jovellanos; algunos echaban pestes por el mantenimiento de la "moralina" final; otros la tacharon, como hacia varios siglos, de irreverente, anticristiana y gamberra y hubo quien se fue escandalizado. Muchos salieron prendados y yo salí pensando, que si estuviera firmada por el Centro Dramático Nacional y Helena Pimienta, no sería ni mejor ni peor, pero echaría un año de gira por España.